MAJAYURA
por Julio Ariza Urbina
Cerca ya de la costa,
donde la brisa cálida del lago impregna el aire con olor de mar, existe un
lugar apartado en el que hay una caverna sagrada, llamada Puró, abierta bajo la
tierra.
En aquella cueva, en la
que nadie ha entrado jamás, habita una hermosa muchacha, que es la más bonita
de todas las majayuras. Como ellas, está encerrada, blanqueándose entre las
sombras, y ningún hombre se le puede acercar.
Esta majayura misteriosa
no permaneció dos años en el encierro, sino que está allí desde hace
innumerables lunas, siempre joven y bonita, pues el paso del tiempo no ha
envejecido su cuerpo ni su rostro.
Algunas veces, cuando el
sol calienta las rocas o cuando las estrellas se reflejan en el lago, la
majayura de la cueva, cuidando de que nadie la vea, sale del escondite, brinca
por encima de las pequeñas rocas, como albariscos y aceitunos silvestres y deja
que sus pies se hundan entre la arena caliente.
Cuando en uno de estos paseos
distingue con su rápida vista, que es tan aguda como la de un halcón, la figura
de algún hombre, lo mira detenidamente y, si lo encuentra de su agrado, se
transforma en una piedra blanca y se coloca en el camino del guajiro que ha
despertado su deseo.
El hombre avanza fatigado
por el calor y el polvo seco que le araña la garganta, y se fija de pronto en
la roca tendida y en su lisa blancura que se destaca bajo los rayos del sol o
entre las sombras de la noche, casi con la frescura de un pozo que se abriese
en medio de los ardientes arenales.
Al verla, siente el deseo
de detenerse a descansar sobre ella y camina de prisa para llegar pronto; pero
cuando ya parece tenerla bajo los pies, la piedra se retira lentamente y él
comienza a perseguirla, sin darse cuenta de que se le escapa una y otra vez,
constantemente, hasta que al fin, obsesionado por el deseo de alcanzarla, cae
dentro del lago y se ahoga.
Otras veces, la majayura,
convertida en piedra, no se mueve, y deja que la alcancen los hombres que ha visto,
pero en el momento en que la tocan quedan transformados en la piedra llamada
Papach.
También acostumbra la
majayura a desorientar al hombre que le ha gustado y, guiándolo por caminos
desconocidos, lo conduce hasta la misma cueva Puró y allí se le aparece en su
forma de mujer hermosa y atractiva, lo toma de la mano y lo hace recorrer la
caverna, mostrándole los misterios ocultos para todas las gentes.
Y entonces, el hombre,
fascinado por el encanto de la muchacha y por los prodigios que ve, se queda para
siempre a vivir en la cueva.
Cuando alguno de los
guajiros raptados por la majayura de tan extraña forma desea regresar entre las
gentes de su tribu, ella lo deja marchar y, sacándolo de la cueva, lo conduce
al camino del poblado, en el que lo abandona, desapareciendo misteriosamente.
Ya en su guanetu, el
hombre olvida el tiempo transcurrido, pero no las cosas que le han sido
mostradas y que siempre recuerda, aunque tiene que guardarlas para sí, pues si
las contase a los demás, quedaría muerto, en castigo de haber intentado
descubrirlas.
El texto de esta leyenda
Wayúu está tomado del libro Kuai-Mare. Mitos aborígenes de Venezuela(Monte
Ávila Editores, Caracas, 1993), de María Manuela de Cora, publicado
originalmente en 1956.
No hay comentarios:
Publicar un comentario