29 abr 2018

Las Lavanderas Nocturnas

Vivía en la Guajira un cacique indio, jefe de la tribu hipoana, de inflexible carácter y temido por su crueldad.

Este cacique, llamado Caraire, había recogido, desde muy pequeña a una sobrina suya, huérfana, llamada Irua, a la que quería como hija y de cuya belleza y hermosura se enorgullecia, despreciando a cuantos deseaban tomarla por esposa.

Caraire deseaba casarla con su amigo inseparable, llamado Jarianare, el mas rico y poderoso de todos los habitantes de la tribu; su fortuna era fabulosa y su dueño soñaba con compartirla con la bella india que huía de el.

La muchacha estaba locamente enamorada de su compatriota Arite, indio intrépido y arrogante, pero desprovisto de fortuna, que no contaba mas que con el dia y la noche. Este se presento un día a ver al jefe y le pidió a Irua como esposa. Fue rechazado con todo desprecio por el cacique, hechandole en cara su pobreza, y tuvo que retirarse, triste y desalentado, sintiendo desgarro en su corazón porque amaba a la joven con pasión.

Desde entonces, su amor fue mas fuerte y fiero; intentaba convencer a la india para que huyese con el al confín del mundo.

Pero Irua temía la cruel venganza del cacique, que les hubiera perseguido y dado alcance, y prefería esperar convencerle.

Caraire, deseando alejar cuanto antes a Arite de la joven, le propuso ir con el a guerrear contra las vecinas tribus indias con las que sostenían frecuentes guerras. El muchacho aceptó con la esperanza de que, al ser dueño de un botín, conseguiría facilmente a Irua, la mas codiciada de las mujeres indias. Se despidió con gran dolor de la muchacha y ella le dijo:

       _Marcha tranquilo, que yo no quebrantare mi juramento.

Triste y silenciosa quedo la doncella, con las mejillas bañadas en lágrimas,cuando vio venir hacia ella al cacique, que, con tono inflexible, le dijo:

       _ Arite ya no volverá. En breve celebraras tu matrimonio con el indomable Jarianare.

No pudo escuchar mas la joven; su cuerpo se tambaleaba y sintiendo que se le iba la vida, cayó desfallecida.

Al día siguiente, apenas amaneció, se levanto muy decidida y se encamino a consultar al mas sabio de los viejos de la Guajira, un mago a quien todos los habitantes veneraban. Veía el porvenir en los astros y en las tranquilas aguas de las fuentes y en el rocío de las flores.

Irua le explico los sufrimientos, y luego el mago, consultando su ciencia, le contesto:
       _ El indio Arite no pisara mas los dominios de Caraire. Su espíritu andará errante por el espacio         y tu estarás condenada a lavar ropa a media noche en las orillas de la laguna, hasta que llegue el         hombre que adoras; le envolverás en tu amor y volaran juntos a las regiones inagotadas.

Gran tristeza causo a la muchacha las predicciones del sabio y se dejo consumir por la pena, lentamente, hasta morir de dolor, como el arroyo se seca por el calor del verano. Su único consuelo era llegar a fundir su espíritu con el del que amaba.

El cacique sufrió profundamente hasta derramar lágrimas a la muerte de la bella Irua, y la hizo enterrar cerca del lago con gran esplendor.

Sin embargo, Arite no había muerto; luchaba con arrojo en todos los combates, con la dulce esperanza de casarse con Irua, en recompensa. Pero cuando tuvo la noticia de su muerte, tiro las armas con desaliento. !Ya no le interesaba nada en la vida!.

Se encamino a su antigua tribu, atravesó extensos paramos y escalo alturas, llegando a la cumbre de un monte desde donde se divisaba el agua plateada de la laguna. Se acerco a ella y vio iluminadas por el resplandor de la luna las rocas de la orilla y sobre ellas unas siluetas blancas de mujeres etéreas, con el cabello al viento, que lavaban y tendían ropa en las peñas.

Se aproximo y lanzo un grito al reconocer entre ellas a Irua, al mismo tiempo ella, loca de alegría, iba a su encuentro.

Se unieron en un abrazo, e Irua le dio un beso frió, de ultratumba, que, removiéndole las entrañas, derramo en ellas el frió de la muerte.

Todos los habitantes acudieron al dia siguiente para contemplar el cadáver de Arite en las rocas del lago y se le dio sepultura junto a Irua.

El cacique murió a lo pocos meses, vencido por las tribus enemigas, desde entonces ven los indios su alma por las noches, que vaga por montes y llanuras, huyendo de las lavanderas nocturnas.

22 abr 2018

LA MAJAYURA, misteriosa princesa Wayúu


 MAJAYURA
                                                                                            por Julio Ariza Urbina



Cerca ya de la costa, donde la brisa cálida del lago impregna el aire con olor de mar, existe un lugar apartado en el que hay una caverna sagrada, llamada Puró, abierta bajo la tierra.
En aquella cueva, en la que nadie ha entrado jamás, habita una hermosa muchacha, que es la más bonita de todas las majayuras. Como ellas, está encerrada, blanqueándose entre las sombras, y ningún hombre se le puede acercar.


Esta majayura misteriosa no permaneció dos años en el encierro, sino que está allí desde hace innumerables lunas, siempre joven y bonita, pues el paso del tiempo no ha envejecido su cuerpo ni su rostro.
Algunas veces, cuando el sol calienta las rocas o cuando las estrellas se reflejan en el lago, la majayura de la cueva, cuidando de que nadie la vea, sale del escondite, brinca por encima de las pequeñas rocas, como albariscos y aceitunos silvestres y deja que sus pies se hundan entre la arena caliente.
Cuando en uno de estos paseos distingue con su rápida vista, que es tan aguda como la de un halcón, la figura de algún hombre, lo mira detenidamente y, si lo encuentra de su agrado, se transforma en una piedra blanca y se coloca en el camino del guajiro que ha despertado su deseo.
El hombre avanza fatigado por el calor y el polvo seco que le araña la garganta, y se fija de pronto en la roca tendida y en su lisa blancura que se destaca bajo los rayos del sol o entre las sombras de la noche, casi con la frescura de un pozo que se abriese en medio de los ardientes arenales.


Al verla, siente el deseo de detenerse a descansar sobre ella y camina de prisa para llegar pronto; pero cuando ya parece tenerla bajo los pies, la piedra se retira lentamente y él comienza a perseguirla, sin darse cuenta de que se le escapa una y otra vez, constantemente, hasta que al fin, obsesionado por el deseo de alcanzarla, cae dentro del lago y se ahoga.
Otras veces, la majayura, convertida en piedra, no se mueve, y deja que la alcancen los hombres que ha visto, pero en el momento en que la tocan quedan transformados en la piedra llamada Papach.
También acostumbra la majayura a desorientar al hombre que le ha gustado y, guiándolo por caminos desconocidos, lo conduce hasta la misma cueva Puró y allí se le aparece en su forma de mujer hermosa y atractiva, lo toma de la mano y lo hace recorrer la caverna, mostrándole los misterios ocultos para todas las gentes.
Y entonces, el hombre, fascinado por el encanto de la muchacha y por los prodigios que ve, se queda para siempre a vivir en la cueva.
Cuando alguno de los guajiros raptados por la majayura de tan extraña forma desea regresar entre las gentes de su tribu, ella lo deja marchar y, sacándolo de la cueva, lo conduce al camino del poblado, en el que lo abandona, desapareciendo misteriosamente.
Ya en su guanetu, el hombre olvida el tiempo transcurrido, pero no las cosas que le han sido mostradas y que siempre recuerda, aunque tiene que guardarlas para sí, pues si las contase a los demás, quedaría muerto, en castigo de haber intentado descubrirlas.

El texto de esta leyenda Wayúu está tomado del libro Kuai-Mare. Mitos aborígenes de Venezuela(Monte Ávila Editores, Caracas, 1993), de María Manuela de Cora, publicado originalmente en 1956.

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